"Macbeth" Justin Kurzel


Llevo un poco de retraso cinéfilo.
No se corresponde mi adoración por las películas con el tiempo dedicado y estoy resuelta a que eso termine.
Por eso, este fin de semana he visto tres películas muy destacables.

La primera, y es de reverencia total, es este Macbeth.

Lo que sabía de esta historia era aquello de la ambición; el mal resultado que tienen las acciones guiadas por el afán de riquezas y poder. Nada, pura palabrería ignorante.
De entrada, le agradezco a esta película las enormes ganas que me ha producido de leer a Shakespeare y este drama en particular.

En cuanto a la puesta en escena, no sé por dónde empezar. Es de un horizontal majestuoso. Pasan cosas hasta en el silencio, hasta en los huecos donde aparentemente no hay nada. El color, o más bien el no color es pictórico, a la vez angustioso y bello, a la vez gélido y premonitorio.
Las figuras son, al principio, sombras desdibujadas aguantando el viento que se adivina frío e inhóspito como cuchillos de hielo. Poco a poco, los caracteres se definen y aparece un Michael Fassbender excelso, a escala humana y arquetípica, creíble y magnífico, Marion Cotillard, y esos primerísimos planos donde, al igual que sus lágrimas, brilla su talento así como todo el resto del reparto que aguantan el tirón de esos dos monstruos sin pestañear.
La banda sonora acentúa con trazo aparentemente átono el eco de un lamento: La culpa, la desdicha de no poder volver atrás cuando éramos libres y puros.
Y no perder de vista los sonidos que pueblan, como domesticados, alguna parte del relato. Sonido de amuletos en el páramo, las cuentas de los collares y las cruces sobre el corpiño, el cuchillo hendiendo la carne que se resiste a perder la vida.

El alma se manifiesta, en víscera y sangre. Las palabras me dejan sin palabras, su voz, me roba la mía.

Silencio. Respeto. Es un trabajo muy grande.



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